Aprendizaje Servicio: de lo emocional a lo social

PROYECTOS APRENDIZAJE-SERVICIO:

APRENDER HACIENDO UNA SERVICIO A LA COMUNIDAD

 La educación no es preparación para la vida; la educación es la vida misma.

John Dewey

Continuamente planteamos la necesidad educativa de motivar al alumnado, fomentar su autonomía, así como su análisis crítico o su capacidad creativa. Ello puede favorecerse de forma extraordinaria cuando el estudiante se convierte en un protagonista activo de un aprendizaje que está vinculado al mundo real y que promueve la cooperación, una competencia esencial que está en consonancia con la naturaleza social del ser humano. Y qué mejor forma de hacerlo que mediante el aprendizaje-servicio (ApS), una propuesta educativa que consiste en aprender haciendo un servicio a la comunidad.  Así los alumnos aprenden contenidos curriculares, a la vez que competencias sociales y emocionales imprescindibles para la vida, y se convierten en ciudadanos activos con el objetivo de mejorar la sociedad actual y futura. Se vinculan la acción, el conocimiento y los valores en un proceso en el que puede -y debe- intervenir toda la comunidad educativa, junto a la propia sociedad.

Razones para practicar ApS

Kielsmeier (citado por Santos et al., 2015), miembro fundador de la National Youth Leadership Council, identifica el ApS como:

-Una filosofía. Porque los jóvenes son un recurso valioso para la comunidad.

-Un modelo de desarrollo comunitario. Porque contribuye a producir cambios sociales.

-Una metodología de enseñanza-aprendizaje. Porque fomenta el pensamiento crítico y la capacidad de resolver problemas.

El ApS difiere de otras formas de servicio a la comunidad o voluntariado (ver figura 1) porque considera la educación del alumnado como el factor principal. Los alumnos participan activamente en el proceso de reflexión, interpretación y aplicación de los contenidos curriculares de las diversas materias y, al mismo tiempo, trabajan para mejorar su comunidad. Como dice Cathryn Berger Kaye (2010), una de las grandes especialistas en la didáctica del ApS, “la pregunta ¿por qué he de aprender esto? desaparece cuando los alumnos ayudan a personas de la tercera edad, trabajan para restaurar un ecosistema debilitado y perciben lo que van aprendiendo actuando”. Y es que, tal como dijo hace un tiempo el descubridor de las neuronas espejo, Giacomo Rizzolatti, “el cerebro que actúa es un cerebro que comprende”.

Roser Batlle, una de las grandes investigadoras e impulsoras del ApS en España, cita las siguientes razones que nos mueven a impulsar el ApS (Batlle, 2013a):

  1. Para recuperar el sentido social de la educación, que debe servir para mejorar la sociedad.
  2. Para hacer crecer un concepto democrático y participativo de ciudadanía convirtiendo a los niños y adolescentes en ciudadanos activos.
  3. Para compensar la ética de la justicia con la ética del cuidado. Ello conlleva una responsabilidad hacia uno mismo pero también hacia los demás.
  4. Para aumentar la cohesión y capital social en las poblaciones fomentando un trabajo en red.
  5. Para fomentar el voluntariado aumentando la calidad de los servicios a la comunidad.
  6. Para integrar los aspectos cognitivos con los aspectos actitudinals y morales del aprendizaje.
  7. Para aprender mejor. Porque la utilidad social del aprendizaje mejora la motivación del alumnado.
  8. Para reforzar las buenas prácticas educativas existentes y mejorar la imagen social de los centros educativos.
  9. Para impulsar una cultura emprendedora entre los jóvenes que fortalezca su resiliencia.
  10. Para mejorar la percepción social de los adolescentes, a menudo estigmatizada.

Y es que el aprendizaje-servicio es una pedagogía del compromiso cívico que requiere de la participación de todos y que optimiza la naturaleza altruista y cooperativa del ser humano.

Las pruebas

En un interesante estudio realizado con alumnos de quinto de primaria (10-11 años) se quiso analizar la incidencia de los proyectos ApS en diversas cuestiones académicas (Soslau y Yost, 2007). El grupo de control estaba formado por 33 alumnos que recibieron la instrucción tradicional basada en los estándares curriculares. Mientras que el grupo experimental -formado por idéntico número de estudiantes- trabajaba los mismos contenidos curriculares incorporando algún proyecto ApS. Los resultados revelaron que los alumnos que integraban el grupo experimental mejoraban, de forma progresiva, en muchas cuestiones académicas, a diferencia de los del grupo de control. Así, por ejemplo, los alumnos que participaron en los proyectos ApS mejoraron más los resultados en matemáticas (16% vs 10%) o lectura (6% vs 2%). La mayor existencia de experiencias vinculadas al mundo real (63% vs 48%; ver figura 2) parece que motivó mucho más a los alumnos del grupo experiemental y ello tuvo una incidencia positiva en su compromiso académico, comportamiento y en la asistencia a clase (ver figura 3).

En un metaanálisis posterior de 62 estudios en el que participaron 11837 estudiantes de distintas etapas educativas, se comprobó que aquellos que participaron en proyectos ApS, a diferencia de los de los grupos de control, mostraron mejoras estadísticamente significativas en su actitud personal, la actitud hacia la escuela y el aprendizaje, el compromiso cívico, las competencias sociales y el rendimiento académico (Celio et al., 2011; ver figura 4).

Resultados similares se encontaron en otro metaanálisis posterior sobre los beneficios del aprendizaje-servivio en lo referente a la comprensión de cuestiones sociales o de desarrollo cognitivo (Yorio y Ye, 2012). Y cuando se evalúa la percepción del propio estudiante sobre los beneficios de este tipo de proyectos, aunque no se identifique un efecto directo del ApS sobre el rendimiento académico, se detecta una clara mejora en las conductas prosociales, tanto dentro como fuera del aula (Furco et al., 2016). Algo que está en consonancia con lo que promueve la neuroeducación, un aprendizaje por y para la vida.

¿Y cómo empezamos?

De forma parecida a cómo se organiza cualquier trabajo por proyectos, con su planificación, ejecución y evaluación correspondiente, un esquema de desarrollo de un proyecto ApS podría ser el mostrado en la figura 5 (Palos, 2015), aunque puede estar abierto a cambios imprevistos. Identificar las necesidades sociales, pensar el servicio que los alumnos desarrollarán y qué competencias de aprendizaje podrían vincularse a ese servicio son partes esenciales del proceso. Sin olvidar la importancia de centrar la evaluación en las competencias (rúbricas y portfolios son casi imprescindibles) y de involucrar al alumnado en varios momentos del proceso: al inicio de la actividad, durante su desarrollo y al acabarla.

Aunque las particularidades específicas de los proyectos ApS hacen que sea difícil seguir una misma secuencia para todos en sus fases y tareas, estableciendo las diferentes etapas -como las que aparecen en la tabla anterior- nos aseguramos que aparezcan los elementos básicos, pudiendo trabajar de forma interdisciplinar y potenciando así competencias transversales. En el contexto de la aplicación de los proyectos ApS en la educación reglada -no es una metodología exclusiva de la misma-, el docente se convierte en un auténtico educador debido al gran contenido de educación cívica y moral que acompaña a la enseñanza de los contenidos curriculares.

 En la práctica

Los proyectos ApS pueden abordar temáticas y retos sociales muy diversos y se pueden realizar en cualquier etapa educativa. Analicemos, brevemente, algunos ejemplos concretos que ya se han puesto en práctica (Batlle, 2013b):

 Educación Primaria: Banco de alimentos

Se recogen alimentos que se ponen a disposición de las entidades sociales para ayudar a barrios pobres. Los niños aprenden conocimientos sobre nutrición, sobre las desigualdades sociales o la pobreza y la necesidad de no despilfarrar alimentos. Y junto a ello adquieren una actitud comprometida y mejoran habilidades de organización y comunicación.

Educación Secundaria: Campaña de donación de sangre

Se organiza una campaña para sensibilizar al vecindario sobre la necesidad de donar sangre debido a los déficits de reservas de los bancos de sangre en los hospitales. Se desarrollan exposiciones en el colegio, se realizan trabajos de investigación complementarios, los alumnos explican a los más pequeños en qué consiste la campaña de donación, se implica a las familias, se busca la colaboración de las entidades del barrio, o se crea un blog en el que se explica el desarrollo del proceso.

Bachillerato: Promoción del ocio nocturno saludable

Adolescentes se forman como dinamizadores organizando alternativas al ocio nocturno para los jóvenes en el barrio. Los alumnos conocen los problemas asociados al consumo de drogas o alcohol y aprenden alternativas lúdicas mientras adquieren habilidades asociadas al trabajo cooperativo.

Universidad: Artes escénicas por los derechos humanos

Estudiantes de Magisterio organizan obras de teatro con niños en riesgo de exclusión social para concienciar a la comunidad educativa sobre la igualdad de oportunidades. Se utilizan las actividades artísticas para desarrollar proyectos interdisciplinares que permitan a estos niños la adquisición de competencias socioemocionales básicas.

¡Acción!

Siempre comentamos la necesidad de fomentar competencias esenciales en los tiempos actuales, como la cooperación, la creatividad o el análisis crítico. Y eso puede hacerse poniendo en práctica la metodología ApS en la que confluyen el trabajo por proyectos, el aprendizaje cooperativo, la resolución de problemas, la vinculación del aprendizaje a las situaciones reales o la educación socioemocional. Todo ello está en consonancia con lo que proponemos desde la neuroeducación.  Así se motiva más al alumnado porque percibe que lo que está aprendiendo no es abstracto ni está descontextualizado. Y cuando el alumno está motivado, es más fácil que aprenda porque nuestro cerebro está programado para aprender a través de la chispa emocional.

Advertimos la necesidad de cambio y queremos cambiar y mejorar la educación para mejorar la sociedad. Sumando, entre todos, será más fácil y la mera cooperación constituye la auténtica recompensa, la cerebral. Actuemos y aprendamos.

Jesús C. Guillén

Referencias:

  1. Batlle R. (2013a). El aprendizaje-servicio en España. El contagio de una revolución pedagógica necesaria. Barcelona: PPC Editorial.
  2. Celio C. I., Durlak J., y Dymnicki A. (2011): “A Meta-Analysis of the Impact of Service-Learning on Students”. Journal of Experiential Education 34 (2), 164-181.
  3. Furco A. et al. (2016): “Modeling the Influence of Service-Learning on Academic and Sociocultural Gains: Findings from a Multi-institutional Study”. En Civic Engagement and Community Service at Research Universities, 143-163.
  4. Kaye C. B. (2010). The Complete Guide to Service Learning. Minneapolis: Free Spirit Publishing.
  5. Palos J. (2015): “Los proyectos de aprendizaje servicio siguen etapas bien establecidas y han de estar abiertos a cambios imprevistos”. En 11 ideas clave. ¿Cómo realizar un proyecto de aprendizaje servicio? Puig J. M. (coord.). Barcelona: Graó.
  6. Santos M. A., Sotelino A. y Lorenzo M. (2015). Aprendizaje-servicio y misión cívica de la universidad: una propuesta de desarrollo. Barcelona: Octaedro.
  7. Soslau E. G. y Yost D. S. (2007): “Urban Service-Learning: An Authentic Teaching Strategy to Deliver a Standards-Driven Curriculum”. Journal of Experiential Education 30 (1), 36-53.
  8. Yorio P. L. y Ye F. F. (2012): “A meta-analysis on the effects of service-learning on the social, personal, and cognitive outcomes of learning. Academy of Management Learning & Education, 11(1), 9-27.

Para saber más:

Roser Batlle:

https://roserbatlle.net/

Zerbikas:

http://www.zerbikas.es/

Clayss:

http://www.clayss.org.ar/

Centro Promotor de Aprendizaje-Servicio:

http://www.aprenentatgeservei.org/versions.php?l=18

National Youth Leadership Council:

https://nylc.org/

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