Así se vive el aprendizaje en una escuelita holística que tiene 8 estudiantes – Elige Educar

Todas los días, los ocho alumnos de Claudia González llegan a la escuela a las 9:30 de la mañana. A medida que van entrando, se sientan en una pequeña sala y se preparan para hacer reiki, yoga, mindfulness, brain gym, gemoterapia, meditación, masaje terapia y terapia floral. Cada día es diferente. A veces inician las clases con mindfulness y otras, se preparan para aprender haciendo un poco de brain gym. A diferencia de las otras terapias complementarias que realiza Claudia junto a ellos, la terapia floral, es una prioridad diaria. En un círculo, los estudiantes, que tienen entre 6 y 15 años, toman unas cuantas gotas de flores de Bach. Ya nadie les dice cómo hacerlo; todos saben qué tipo de flores están tomando y cuántas gotas deben ingerir antes de continuar con la siguiente actividad.

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Los estudiantes de Claudia, quien es profesora de Educación General Básica, psicopedagoga y terapéuta holística, han sabido adaptarse y entender el propósito que hay detrás de cada una de las actividades que realizan antes de trabajar los procesos más cognitivos. De hecho, no sólo entienden por qué lo hacen, sino que han aprendido a integrarlas como un todo. Una prueba de ello es que después de hacer brain gym, un sistema basado en el movimiento y la activación del cerebro, son capaces de hacer una pausa, bajar las revoluciones e iniciar un procesos totalmente diferente, como el mindfulness.

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Todo esto sucede en las salas de la Escuelita Holística Santa Rosa en Cerro Navia (Santiago de Chile), un lugar que la profesora describe como “espacio educativo holístico”.

Claudia ha dado clases desde hace 12 año y siempre lo ha hecho desde esa perspectiva holística. La educación holística, explica la profesora, parte de la siguiente premisa: el profesor es un facilitador del aprendizaje, un aprendizaje que siempre es de carácter cooperativo. Las emociones, la cognición, el cariño, la empatía y la tolerancia, también son elementos fundamentales de esta forma de enseñar que entiende al estudiantes como un ser humano integral, como un todo; con espíritu, cuerpo y alma. Para esta profesora, los ejes principales de su metodología son tres: en primer lugar, el movimiento, el cual se proporciona a través del brain gym. El segundo eje es la quietud, la calma, la atención plena y ligado a esto, la concentración, habilidades que nacen de la práctica de mindfulness. Y finalmente están las flores de Bach, una terapia complementaria no invasiva y natural que le ha ayudado a los estudiantes a estar tranquilos, concentrados y a lidiar con otros problemas que enfrentaban en un sistema más tradicional. Según comenta Caludia, algunos de sus estudiantes estuvieron medicados durante años antes de llegar a este espacio educativo donde descubrieron que había más opciones para ellos.

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Los 8 niños de la Escuelita Holísitca vienen de escuelas más tradicionales y llegaron allí buscando un espacio de aprendizaje alternativo. Un espacio donde pudieran ser 100% ellos.

“Los niños de la escuelita, han sido estigmatizados en el sistema formal, por etiquetas ligadas a pseduodiagnóstios que no eran tan acertados”, comenta Claudia. “Pero el día que ellos ingresaron a la escuela, fueron alejándose poco a poco de esa etiqueta y comenzaron a notar que en realidad, aprendían de acuerdo a su propio ritmo, de acuerdo a como yo amoldaba las cosas según lo que ellos esperaban y necesitaban”. Esto tiene mucho que ver con las razones por las cuales nació este espacio educativo. Hace algunos años, esta profesora y psicopedagoga decidió retirar a sus hijos del sistema formal; ella y sus hijos estaban cansados del estrés de las tareas, del agobio de la jornada escolar completa y además estaba agotada de ver que sus hijos no eran felices en ese proceso. A raíz de esto, ella decide educar a sus hijos en casa para probar cómo resultaba el experimento. “Este proceso me permitió decir: ‘yo siempre he hecho clases, siempre me dediqué a las clases particulares, a la atención psicopedagógica, entonces, ¿qué tal si inicio un espacio educativo donde otros chicos de distintas edades puedan compartir con mis propios hijos?’”

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Ligado a esto está una experiencia traumática que ella vivió junto a su familia.

La hermana menor de Claudia nació prematura y esto hizo que su estancia a lo largo del proceso escolar fuera compleja. “Ella fue etiquetada y eso hizo que no pudiera desarrollarse de manera integral”, explica la profesora. “Era derivada a distintos colegios; en un colegio no la aceptaban y la mandaban a otro. En ese otro le decían que tenía que aprender en casa lo que no aprendía en el colegio. Todas sus dificultades no fueron superadas por el apoyo escolar; el surgimiento de sus avances se hizo solamente por el trabajo familiar. Esa fue la base para decir: me gustaría que otros niños no pasen por eso”.

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Y así fue. En 2016 nace esta escuela holística cuyo foco son las emociones y la educación personalizada, además del aprendizaje colaborativo. “Nosotros nos llamamos Grupo de aprendizaje cooperativo crea un eco”, dice Claudia, y si bien es un grupo muy diverso en edades, no ha sido un desafío para ellos lograr aprender en conjunto. Esto sucede porque la estrategia de Claudia es adaptarse a sus necesidades, y no que ellos se adapten a su clase. “Esto es fundamental: si alguno no comprende algún proceso cognitivo, algún subsector, alguna temática en específico, yo me acomodo a ellos, no ellos a mi clase. Yo busco la manera de diseñar la clase para facilitar el aprendizaje de la mejor forma posible”. Lo extraordinario de esto es que además, los más pequeños aprenden mucho de los más grandes y los más grandes también aprenden de los pequeños.

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Pero, en este espacio no sólo se trabaja en torno a terapias complementarias como el yoga, el reiki y las flores.

La ciencia, la matemática y el lenguaje, aunque se llaman diferente, también son una prioridad. A lo largo del año, los estudiantes trabajan los subsectores de aprendizaje: lenguaje y comunicación, comunicación oral y escrita, aprendizaje matemático y ecología. Los niños eligen qué aprender y no son evaluados por notas sino con base en porcentaje de logros. Al trabajar ciertas unidades, lo que se busca es entrelazar una temática con otra que sea de otro nivel o curso, pero que converja en una sola idea. Junto a Claudia se encuentra su padre, un profesor de inglés que la apoya con la enseñanza de este idioma y su madre, una veterinaria que si bien no es profesora, aporta notablemente a la enseñanza de la ciencia. Entonces, además de usar la veterinaria como herramienta de aprendizaje, los miembros de esta pequeña comunidad siempre hacen excursiones pedagógicas a museos, centros astronómicos, plantas de agua, “a cualquier lugar donde podamos ir a experienciar el aprendizaje”, dice la profesora.

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A finales del año, estos estudiantes deben rendir “exámenes libres”, es decir, exámenes que se realizan frente a un establecimiento examinador. Según explica Claudia, esos establecimientos son determinados por el Ministerio de Educación y ellos tiene la opción de elegir éstos de acuerdo a la zona donde se encuentran. “Estamos bajo el decreto 2272 que es el que permite el proceso de examinación libre”, explica la psicopedagoga. Antes de rendir las pruebas, ensayan formalmente y además se preparan física y emocionalmente para vivir ese proceso de evaluación de la mejor manera.

“Dejarlos ser niños, ese es el trasfondo”, afirma Claudia.

Y ese trasfondo le gusta a ellos, a esos niños que día a día le piden a su profesora más actividades, más proyectos, más aprendizaje, más terapias. Estos estudiantes siempre están despiertos, activos, motivados y esto, según lo menciona la profesora, tiene que ver con ese enfoque emocional y personalizado. Claudia asegura que “los cambios que uno puede ver con una educación holística son muy significativos”, y una evidencia de esto se ve reflejada, por ejemplo, en un niño de tercero básico (primaria) que llegó a la escuela sin saber leer después de haber salido del sistema forma a causa del bullying. “Aprender a leer acá fue algo significativo para él como persona, para su autoestima”. agrega.

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Al igual que sus alumnos, Claudia siempre fue una niña holística. Al igual que sus estudiantes y su hermana fue estigmatizada. “Era la niña que sacaban de la sala por reírse fuerte. Fui muy reprimida y todas esas instancias me hicieron pensar, cuando estudié pedagogía, que no quería entrar a la sala a hacer lo mismo. Pensé: ‘quiero que los niños sean, que los niños vengan, que los niños hagan”. En otras palabras, que los niños sean niños.

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