Los ‘mormones’ de Macron dejan El Elíseo | Internacional | EL PAÍS

Eran los más jóvenes y los más listos. Acompañaron desde el principio al jefe, Emmanuel Macron, cuando pocos creían en aquella aventura insensata. Fieles y disciplinados, con la seguridad que haber conquistado el poder desafiando los pronósticos y consejos de los mayores, se llamaban a sí mismos “los mormones”. Quienes estaban fuera los miraban con una mezcla de envidia, admiración y resentimiento. Ahora, cuando el presidente de la República intenta superar la peor crisis de la presidencia, empiezan a abandonar la escena.

El anuncio, esta semana, de que Ismaël Emelien dejaría el cargo de consejero especial en el Palacio del Elíseo seguramente haya dejado indiferentes a la mayoría de franceses. Su rostro aparece siempre en segundo plano. Casi nunca habla en público. Es un perfecto desconocido y, al mismo tiempo, uno de los colaboradores más leales de Macron. El que concibe sus mensajes. El que maquina estrategias a altas horas de la madrugada. Su álter ego en la sombra.

“Seguiré a entera disposición del presidente y seguiré ayudándolo. Mantengo el mismo combate, pero por otros caminos”, dijo Emelien, en una de sus raras declaraciones públicas, al semanario Le Point. El consejero explicó que en las próximas semanas publicará un libro sobre el futuro del progresismo. “Progresismo” es el término que usa Macron para designar un campo político que iría del centroizquierda al centroderecha y que se opone a los populistas y nacionalistas de izquierdas y derecha. La marcha de Emelien cierra un ciclo en la presidencia Macron, marcada en su tramo final por la revuelta de los chalecos amarillos.

Emelien, de 31 años, no es el único en apartarse. A finales de enero dejó el cargo Sylvain Fort, que había acompañó a Macron desde la campaña electoral. Mayor que el resto de asesores —tiene 47 años— primero fue su escritor de discursos y consejero para la memoria y la historia, y después, director de comunicación. Este especialista de ópera y literatura alemana, se prodigaba algo más que Emelien en los medios de comunicación, pero también rehuía los focos. Otros consejeros, macronistas de primera hora, han tomado la misma decisión en las últimas semanas y más pueden sumarse en los próximos días.

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No son despidos ni dimisiones. En parte han agotado su ciclo natural. Trabajar con el presidente —un presidente que duerme poco y tiene fama de enviar mensajes a horas intempestivas— desgasta. No son insólitos estos relevos a la mitad de una presidencia de cinco años. Pero ahora ocurren en un contexto turbulento. Por los chalecos amarillos, un movimiento de protesta que nadie vio llegar en el Elíseo, una auténtica burbuja dentro de la burbuja que es París respecto a Francia, un castillo desde el que es difícil tomar el pulso de los seísmos sociales.

Uno de los reproches a los mormones es que hayan contribuido a aislar a un presidente que, por su itinerario educativo y presidencial, forma parte de la élite republicana. Algunos de estos consejeros son, como Macron, enarcas antiguos alumnos de la Escuela Nacional de Administración, donde se forman los altos funcionarios del país. Emelien se educó en Science Po, el prestigioso instituto de ciencias políticas en París. Entró en política colaborando con Dominique Strauss-Kahn, el aspirante a la presidencia cuya carrera se hundió entre acusaciones de agresión sexual y prostitución. Y trabajó en la agencia de publicidad y comunicación Havas. A él se le atribuye el eslogan \”Make the planet great again\” (Hagamos el planeta grande de nuevo), con el que Macron replicó al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cuando este abandonó el acuerdo internacional contra el calentamiento global. Su papel en el escándalo Benalla —el jefe de seguridad de Macron, Alexander Benalla, que fue filmado agrediendo a manifestantes el 1 de mayo— puede haberle debilitado.

También causaban antipatías internas. Un reciente libro sobre Brigitte Macron, la esposa del presidente, expone las batallas de poder entre esta y los mormones. Y competían con otro grupo, que Le Figaro bautizaba este miércoles como el “club de los poetas muertos”. Lo integran veteranos de la política como el eterno aspirante centrista François Bayrou, dinosaurios de la política que Macron y sus mormones creían estar extinguiendo cuando ganaron las elecciones de mayo de 2017. En tiempos de turbulencias, y estos lo son, el presidente también escucha a los mayores.

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Eran los más jóvenes y los más listos. Acompañaron desde el principio al jefe, Emmanuel Macron, cuando pocos creían en aquella aventura insensata. Fieles y disciplinados, con la seguridad que haber conquistado el poder desafiando los pronósticos y consejos de los mayores, se llamaban a sí mismos “los mormones”. Quienes estaban fuera los miraban con…

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