Tiene en su despacho una carta pidiendo ayuda en seguridad vial para un país africano. “Como son musulmanes, no hacen test de alcoholemia porque en teoría no beben, pero beben y mucho. Pasaba en Marruecos”, recuerda Pere Navarro (Barcelona, 1952), que entre su primera (2004) y su tercera (2018) legislatura al frente de la DGT estuvo en la embajada en Rabat como consejero de empleo.
¿Tiene todos los puntos del carné?
Todo el mundo me dice que los tiene todos, pero no cuadra porque al mirar los datos yo veo millones de puntos retirados. Yo sí los tengo porque estuve muchos años fuera de España y no tenía riesgo de perderlos.
¿Aprobó a la primera?
Fue hace muchos años. La verdad es que no lo recuerdo. El permiso de conducir era el regalo de tus padres al cumplir los 18. Uno no era mayor hasta que tenía el carné.
¿Cuál fue su primer coche?
Un dos caballos de tercera o cuarta mano que retirabas la alfombrilla y veías la carretera por debajo.
¿Al director de la DGT también le ponen multas?
Me las tendría que poner yo (risas). Antes a mí me gustaba conducir, disfrutaba. Pero desde que entré en este trabajo, con los accidentes, los heridos… le he cogido cierta aprensión. De multas nada. No tengo coche ni moto. Funciono con car sharing, taxi, alguien que me trae… Probablemente sea el único director de tráfico de todo el mundo que no tiene coche oficial. Hay que dar ejemplo y se han suprimido.
¿En coche oficial se pueden hacer viajes largos? ¿Qué hay después de la política?
Hay el mundo real. Si practicas mucho tiempo la política te alejas de él. Yo estuve muchos años de gobernador civil en Girona, hubo unas elecciones y a la semana siguiente estaba de inspector de trabajo, visitando en mi coche polígonos industriales y talleres para buscar trabajadores no dados de alta. Si superas esto estás preparado para todo.
¿Todos llevan un director de tráfico en su interior, igual que un entrenador de fútbol?
Sí, sobre tráfico todo el mundo opina. Por eso mi obsesión por los datos. Cuando la gente tiene datos, sube el nivel del debate porque partimos de una información objetiva. Sin datos no hay política de seguridad vial y lo que no se mide no se puede mejorar. Todo el mundo dice que conduce bien, que son los otros los que conducen mal. La realidad es que en este país impera el individualismo. Cuesta hacerse a la idea de que estás compartiendo la vía pública, que hay unas normas…
En las cenas con amigos, ¿hablan de radares?
Sí. Me preguntan por el coeficiente de error, si tal radar funciona, si es verdad lo de los granos de café para no dar positivo en alcoholemia…
¿Alguna vez le han dicho: Pere, quítame esta multa?
No. Ni los amigos, que me conocen, ni dentro del Gobierno, donde me respetan.
¿Las empresas quita-multas son el enemigo?
Es chungo. Al principio, en la puerta de las jefaturas, había señores que te daban tarjetas y decían: ‘Llámenos, le quitamos la multa’. Era una banalización de la seguridad vial y daba imagen de país bananero. Una de las medidas que más éxito tuvo fue el descuento del 50% por pronto pago. Ya no sale a cuenta recurrir. Cuando fuimos a Bruselas a explicarlo, no hubo forma de que los nórdicos lo entendieran. Para ellos, si la haces, la pagas. Tuvimos que decirles que era un tema mediterráneo.
¿Somos como conducimos?
Sí. Todas las contradicciones de la sociedad están en la carretera. Vivimos acelerados. La velocidad parece un valor de la sociedad actual pero en lo nuestro es lo que mata o hace las lesiones graves igual que en ciudad los problemas de movilidad están en el exceso de coches.
Hace no tanto, Pedro Sánchez dijo: “El lunes cojo mi coche para recorrer España y escuchar”. Hoy es presidente. ¿Se lo imaginaba?
La vida da sorpresas. Lo que planificas no sale, lo que sale es lo que no habías planeado. Esta probablemente es una sorpresa muy agradable para mucha gente.
En la actualidad política, ¿ve a alguien corriendo demasiado?
A las noticias. Todo va muy deprisa, a 140 caracteres, no hay tiempo para sacar conclusiones.
Va a endurecer las sanciones por usar el móvil al volante. ¿WhatsApp es el mayor peligro?
El móvil es la primera causa de accidente mortal. Antes no existía el WhatsApp. Nos va a costar, como costó el casco, el cinturón… pero hay que concienciarse.
El carné por puntos es la estrategia de castigo e incentivo. En Cataluña, donde nació, ¿ha habido más de una cosa que de la otra?
La Cataluña que leo en los periódicos no tiene nada que ver con la Cataluña en la que nací y crecí. Creo que se estudiará en las escuelas de marketing la comunicación que ha hecho el procés. Lo de la independencia es un disparate, pero es un proyecto. Del otro lado, el único que había era los recortes y cumplir con el déficit. Hay reivindicaciones en las que tienen razón y otras a desmontar. Si hubieran pedido financiación, no ser menos que el País Vasco, habría ido toda Cataluña detrás, pero se tiraron al monte con la independencia y la mitad se quedó descolgada. El otro error fue el nuevo estatuto, ser más nacionalistas que los nacionalistas. Ahí empezó a estropearse todo.
Ingeniero industrial por fuera, director de teatro por dentro
“Mi vida es una sucesión de errores. Quería ser director de teatro, pero hice ingeniería”. Implantó el carné por puntos y fue el último cargo en caer de José Luis Rodríguez Zapatero tras la llegada de Rajoy al Gobierno. Cuando le pidieron que volviese a la DGT, lo rechazó, pero no pudo dormir, y decidió aceptar al día siguiente. “Me gustó que valorasen la edad y la experiencia. Aquí hay mucha gente mayor desaprovechada”.